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wasatiya... moderación, camino medio

Buena muerte, vida buena

Ayer fui afortunada y tuve un largo tiempo para reflexionar sobre algo tan obvio y tan desconcertante como la muerte. El motivo fue el esperado, acababa de fallecer el padre de una buena amiga y asistí al funeral que se celebraba para encomendar su alma al Dueño de la vida. Durante el funeral hice lo "propio", un poco más incómoda de lo habitual porque no había un pequeño hueco donde asentar el cuerpo. No obstante, intenté recogerme mentalmente para situarme, de corazón, cerca de mi amiga, de los suyos, y hacer acopio de la misercordia de Dios para Carlos, que así se llamaba el "difunto". Digo que hice lo propio, rezar de la mejor manera de que era capaz. No fue en ese momento cuando me dediqué a pensar. Por la tarde, después de comer, tenía que acercarme al médico de cabecera y pedirle  las pastillas que tomo para mitigar la persistente, pesada, pesadísima, rinitis alérgica... Y fue ahí, aprovechando la oportunidad que me brindaba la caminata, larga y serena, cuando me encontré conmigo misma y me detuve a dialogar...

Carlos, decía su hijo, había vivido intensamente, y murió muy preparado. En el argot cristiano, decir que alguien está preparado para morir tiene muchísimo calado antropológico. Requiere precisamente  ausencia de improvisación, sosiego, cálculo, previsión de lo que está por venir, rectificación del rumbo, "dejar mi casa en orden", preparada para la marcha y para el reencuentro futuro... Por eso, sin duda, la mejor preparación es la vida buena, intensamente vivida... Buena muerte, vida buena

2 comentarios

Dolores -

Me alegra que te haya servido José
y gravias por entrar en mi blog!

Jose -

Muy buena entrada. Me viene muy bien pensar en eso que dices de la preparación